miércoles, 12 de octubre de 2011

El Pirata de los cuentos


Cuento corto 

El Pirata de los Cuentos merodeaba por los caminos oscuros del desierto. Cargaba en su caballo un listón que sujetaba varios libros con miles de historias impresas. Era un hombre tenebroso que  acostumbraba desaparecer los cuentistas para quedarse con sus obras. 
Una noche sorprendió en su fogata a un escritor muy especial…  y le pidió que le contara una fábula original... 
 
―Cuenta, cuéntame algo jovencito, algo que me conmueva ―lo miraba de soslayo, cruzaba sus brazos, brillaba su espada―, mira cuantas obras he comprado, cientos de autores he alimentado pagándoles con piezas de oro por sus relatos…
 ―¡Muy bien, le contaré algo! ―le contesto el aspirante a escritor―. Pero quisiera que se sentara en esa roca más alta para poder  verle mejor ―aludió mientras escondía su resortera.
El Pirata se acomodó sobre la piedra y escuchó con atención el relato.
―Había una vez un águila hambrienta que se precipitó a capturar un roedor. Pero cuando aterrizo se percató de que lo que había visto era sólo una vieja suela de zapatos. En ese momento, una abeja venenosa se aventó sobre  su cabeza y le dijo: “Llévame a buscar las flores más exóticas que hayas visto o te picaré con mi afilada ponzoña”.
―El águila se elevó por encima de todas las nubes hasta que llegó a una gran montaña donde había un jardín solitario. Al llegar allí, la abeja se lanzó a probar el néctar de unas majestuosas flores amarillas. Para su sorpresa, quedó atrapada dentro de los hermosos pétalos de una planta carnívora.
“¿Por qué no me avisaste?”, preguntó la abeja encerrada.
“En realidad, a las aves como yo no les gustan para nada ni las abejas ni la miel”. 
El verdugo estaba listo para desaparecer al muchacho y apropiarse de la fábula, pero éste, con un ágil movimiento,  encontró una piedra para su resortera y la lanzó directamente a la frente del pirata. El lúgubre hombre al no poder reaccionar, cayó de bruces.
Enseguida el novato escritor logro salvar los libros que tenia cautivos, y se fue corriendo colina abajo con la intención de visitar una editorial para publicar su primera obra.


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