martes, 8 de junio de 2010

El paleontólogo perdido

 Cuento corto


  Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí, tienen que creer lo que les digo porque el profesor no tiene otra manera de escapar de esa cueva.


  Hace dos días, él mismo me contaba cómo se le había aparecido el animal mientras catalogaba estalagmitas, pero me reí de él, qué tonto fui. Pero quién se ha vivido semejante experiencia para explicar convincentemente un suceso como ése.


  La importancia de toda esta algarabía de mi parte es que esta mañana cuando me bajé hasta su cueva, donde acampaba, para simplemente ver si quería estar en el desayuno de mi campamento, lo que me parecía una locura se hizo realidad. Un dinosaurio inmenso tapaba la entrada.

  Nos hará falta un camión y mucha soga para sacar la bestia del medio, y la verdad es que no sé si estará durmiendo o simplemente muerto. Eso lo descubriremos al tratar de colocarle las sogas alrededor del grueso cuello que tiene.

 Se los vengo avisando hace dos semanas, en este lugar hay algo raro, recuerdan… les decía… “En este lugar hay un olor muy fuerte y no es de un elefante.”

  El líder termina su diálogo con el grupo y regresa a la entrada de la cueva asechado por su propia curiosidad y nerviosismo. Luego regresa corriendo y exhausto.

  Acabo de echar un vistazo al fondo del túnel, ahí, ahí dentro… donde se encuentra la apertura de la cueva, desde arriba se puede ver el rabo del animal. Por suerte, el profesor sigue vivo. Pude ver las señales en clave Morse que parpadeaban sutilmente entre la entrada y el costado de la bestia. ¡El profesor debe de estar vivo!, todavía le quedan baterías en su linterna portátil. Me decía con ella…

  “Está durmiendo, actuar con cautela, es un Suchomimus.”

  ¿Ustedes saben que es eso?..., un descendiente del cocodrilo, pero bípedo… que vivía hace más de ciento veinticinco millones de años. Qué le hemos hecho a la naturaleza para recibir este animal. ¡Dios mío sus mandíbulas! Su capacidad motora. Y si mi vida corriera peligro por lo que voy hacer hoy, que sea por el bien de todos. ¿Oyeron eso? …(braaaaawwwll). ¡Vamos, corriendo a ver qué sucede! Traigan los dardos tranquilizantes y las sogas.

  El líder de los zoólogos y todo su equipo de trabajo se precipitaron hacia el área del peligro, bajaron de dos en dos hacia la apertura de la cueva utilizando cuerdas de rapel. Sus linternas alumbraban las paredes en todas las direcciones mientras se mecían sobre el lomo del animal.

    

  Las palpitaciones de la linterna que les sirvieron como punto de reconocimiento se perdieron a gran velocidad por entre los pasillos oscuros de la cueva, y el profesor perdido no se volvió a ver jamás.



                                                                             FIN



Corrección ortográfica por S.C.

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