Cuento corto
Escena I
Hoy es abril, es un día como cualquier otro de los que vengo a trabajar recogiendo latas por aquí. Hoy, las palmas me cubren el sol picante que se me mete por el coco pa’ dentro y me da dolores de cabeza. Hoy no me dio dolor de cabeza por las sombra de esas palmas. El cielo está lindo y lo tapa una nube que trata de conspirar para que no baje ese rubio que está que pela.
Yo estaba caminando sobre las blancas arenas de la playa cuando esa nube se metía debajo del cano que me quemaba, hay yo aprovechaba y recogía más latas, mas lejos. Ya tenía la bolsa por la mitá, y estaba más pesá que una lata de pintura. Mi bolsa de chinas estaba llena de latas de cuanta cosa la gente se bebe en aluminio. Limpié to’ aquel canto de playa, y estaba mirando hace rato el talú pa’ subirme a la carretera donde habían más latas todavía.
Como me hubiera gusta’o encontrarme otra nevera abandoná como me pasó la semana pasá. Llena de cervezas sin abril, con jugos de toronja polamitá, con medio litro de Barrilito nuevecito y un montón de pollo tierno adobahíto con limón. Hay, cómo me pesaba esa bolsa de latas esa mañana.
La mañana pasaba como siempre, el sol, el sudor bajándome pola camisa, los carros me miraban, la gente que paseaba temprano me miraba y la gente que hacia maldades por la playa me miraban también, a si que ya ni me importaban.
Subí caminando el talú hasta antes de donde palquean los carros, subí poco a poco polque la bolsa de lata me pesaba y tenía que arrastrala solo.
Llegué justo hasta donde llegué po’ la mañana a la 6am a ver cómo yo hiba llebalme to’as las lastas. Ahí fue donde me paré me recuerdo, y mire lo grande del parquin, y por donde iba a empesal a recoger las latas, y por donde me daba el sol más fuerte cuando dieran las 10am. Se iba llenar de carros más tarde, y no me podía mover con la bolsa como yo quería. Porque este sitio está cerca de la playa y la gente llega temprano a ver el mar. Y si llega el troh se lleva to’ las latas. Yo no tenía café encima, que pena... polque no calgo con el telmo cuando cojo latas del piso.
Ya los carros estaban palquiándose poco a poco frente al negocio, el que está frente de la baranda que da pa’ la playa donde yo recojo latas. El humo de la frituras estaba subiendo alto, alto bien alto en cielo, embobando a to’ el que pasaba con el sabor a fritura. Y la gente bien presentá ya estaba mirando qué compral. Yo estoy asegurao de que tos lo que se veían dentro de los carros estaban locos por comer alcapurria, que se veían lindas en la vitrina al la’o de aquellos pastelillos de cetí y de jueye. To’as , to’as las fritura estaban doraditas, parecían prenda como las que veo en las vitrinas de Río Piedras.
Escena I
Hoy es abril, es un día como cualquier otro de los que vengo a trabajar recogiendo latas por aquí. Hoy, las palmas me cubren el sol picante que se me mete por el coco pa’ dentro y me da dolores de cabeza. Hoy no me dio dolor de cabeza por las sombra de esas palmas. El cielo está lindo y lo tapa una nube que trata de conspirar para que no baje ese rubio que está que pela.
Yo estaba caminando sobre las blancas arenas de la playa cuando esa nube se metía debajo del cano que me quemaba, hay yo aprovechaba y recogía más latas, mas lejos. Ya tenía la bolsa por la mitá, y estaba más pesá que una lata de pintura. Mi bolsa de chinas estaba llena de latas de cuanta cosa la gente se bebe en aluminio. Limpié to’ aquel canto de playa, y estaba mirando hace rato el talú pa’ subirme a la carretera donde habían más latas todavía.
Como me hubiera gusta’o encontrarme otra nevera abandoná como me pasó la semana pasá. Llena de cervezas sin abril, con jugos de toronja polamitá, con medio litro de Barrilito nuevecito y un montón de pollo tierno adobahíto con limón. Hay, cómo me pesaba esa bolsa de latas esa mañana.
La mañana pasaba como siempre, el sol, el sudor bajándome pola camisa, los carros me miraban, la gente que paseaba temprano me miraba y la gente que hacia maldades por la playa me miraban también, a si que ya ni me importaban.
Subí caminando el talú hasta antes de donde palquean los carros, subí poco a poco polque la bolsa de lata me pesaba y tenía que arrastrala solo.
Llegué justo hasta donde llegué po’ la mañana a la 6am a ver cómo yo hiba llebalme to’as las lastas. Ahí fue donde me paré me recuerdo, y mire lo grande del parquin, y por donde iba a empesal a recoger las latas, y por donde me daba el sol más fuerte cuando dieran las 10am. Se iba llenar de carros más tarde, y no me podía mover con la bolsa como yo quería. Porque este sitio está cerca de la playa y la gente llega temprano a ver el mar. Y si llega el troh se lleva to’ las latas. Yo no tenía café encima, que pena... polque no calgo con el telmo cuando cojo latas del piso.
Ya los carros estaban palquiándose poco a poco frente al negocio, el que está frente de la baranda que da pa’ la playa donde yo recojo latas. El humo de la frituras estaba subiendo alto, alto bien alto en cielo, embobando a to’ el que pasaba con el sabor a fritura. Y la gente bien presentá ya estaba mirando qué compral. Yo estoy asegurao de que tos lo que se veían dentro de los carros estaban locos por comer alcapurria, que se veían lindas en la vitrina al la’o de aquellos pastelillos de cetí y de jueye. To’as , to’as las fritura estaban doraditas, parecían prenda como las que veo en las vitrinas de Río Piedras.
Foto-Enrique
Si me hubiera encontra’o un peso en el piso a lo mejor me hubiese compra’o algo yo también. Pero todavía no me había pasa’o na’ pa’ esa hora.
Un rato pasó cuando subí al terreno del palquing y me secaba la cara del sudor. Dejé de miral las frituras y me despegué más lejos de la gente que hablaba de comprar. Porque yo los oía diciendo. Qué tú quieres, alcapurria, pionono, bacalaíto”, y eso me daba hambre.
Por allí fue que vi a Tony cuando me alejé más lejos de aquel negocio. Hace tiempo que no lo veía.
Tony es un tipo duro. Quizás más duro conmigo que con otra gente, yo no sé polqué. Yo creo que es polque yo, más que recojo latas por alrededor del negocio y nunca compro alcapurrias.
Y se enfogona polque tengo suerte y me aparecen los litros de ron vacios por las recogidas que doy alrededor. Pa mí… que el tipo es como un puente roto.
Esa mañana llegó el ayudante de Tony, el que le trae las cajas de cervezas. Uno que anda con un carro de seis ruedas y dos mangos en cada lao. Ese tipo, llena ese carro hasta el tope de cajas de cerveza y de licores. Esas cervezas, que yo miraba por la mañana, las recogía otro día por algún lao alrededor del negocio otro día. Que se las iban a beber con mucho deseo, y yo con mucho deseo las iba a recoger vacías, pa’ pisarlas, espachúrralas to’as pa’ meterlas al saco de china seguida.
Yo miraba el tipo del carro ese, el de las seis ruadas con cajas, y me preguntaba si ese carro algún día me lo emprestaba pa amontonale sacos de china llenos de cerveza espacharrá. Así podía llenal más y amontonarlas en la orilla de la carretera. A ver si después “El Camello”, el de la camioneta, me las llevaba al acopio pa’ vendelas, yo le daba cinco pesos a Camello pero nunca pasó… y el hombre del carro tampoco me miraba como pa’ hablarle de eso, y si me cogía Tony… me peleaba.
Pero Tony no me quiere ver hablándole tampoco el hombre del carro, ni a él, ni a nadie cerca del negocio de él “Eso no es tu trabajo, andar por aquí adentro preguntando cosas”, así me decía.
Dispués de pensar en aquel carro de seis ruedas que me faltaba tanto, me puse a pensar cuál fritura me comería, haber si así se me olvidaba el carro aquel de la mente.
Yo quería una alcapurria, pero la gente que yo miraba de lejos en el negocio, en la fila para’os por rato, no pedían eso cuando llegaba al tulno. Casi todos pedían bacalaítos.
Los bacalaítos del negocio de Tony quedan tostaítos por las esquinas por donde parecía que se le formaba un ruedo de pantalón color marrón. Tenían chicharrón de pollo de sabor ese día. Si yo lo sé, si recojo to’ esto por aquí. El centro de los bacalaos parecía un tostón de pana de lo suavecito y rico que sabían, llenitos toíto de bacalao. “Ojala me pudiera comel dos ahora mismo,” dije. Pero no podía ensesetar el menudo que tenía por si me tenía que il en guagua pa’ casa. Ya tú sabe, que complica’o esta mañana tan lejo ‘e casa. Y yo sin comel todavía. Y sonando aquel bachateo lindo, clarito, bien equalizao en el radiola del negocio, no me daban ganas na’ de seguir trabajando aquella mañana.
Tony fue malo conmigo cuando no tenía este negocio. Antes no me dejaba parame frente a la carpa que tenía de vendel relojes ni pa’ mirarlo,… y que le espantaba clientes dice él.
Recogía la acera, hablaba un poco con él, y me hiba rápido. Pero como a él le gustaba hablal de caballos, cuando yo sabía algo de las carreras, entonces me dejaba hablarle más. Y como él sabe de negocio, yo quiero siempre oírlo hablar. Pero, si no le traía las oreja de la cuadra…”Fuera, fuera,” me decía.
Pero un día que yo estaba pela’o, me encontré veinte peso, y pa’ ver si Tony me dejaba hablarle y oírlo hablar de negocio, pa’ aprender más, p’a cuando yo tenga mi propio negocio sabel.
Ese día, le compre un reloj de cinco pesos. “¿Pa’ qué tu quiere un reloj ahora chico?... si tú ni sabes el día que es,” me dijo. Como quiera, le compré el reloj y también le dije que sabía más orejas de la cuadra. Yo pensé que ese día como compré algo y le hablé de la cuadra, me iba a dicil cómo ser negociante. Si na’más me llevaban a limpiar una cuadra en Trujillo Alto a veces, ahí era que yo escuchaba las orejas, y le tiraba billetes al pote.
Yo le dije que le tirara muchos chavos a “Soplapote”, que iba a correr y que se decía que ganaba. El miró la papeleta y me dijo “Pero tú estás loco chico.” Eran embuste mío, no eran verdá. No me habían dicho na’.
Bueno, de verdá que yo creía que ganaba Soplapote, igual que a veces presiento cuando yo me encuentro los billetes, pero a mí la gente me dice que hablo embustes. Pero como Tony me trataba mal, no me importaba buscalme otro sitio más lejos pa’ recoger latas si no se pegaba el caballo y me botaba, así que le dije eso. Le dije que eran enverdá, y que yo le había metío $40.00 pesos que amontoné de latas. El se rió, y me dijo que le iba a jugar $400.00, que yo le debía eso si no se pegaba y si no que me fuera de allí, y llamó a la agencia y enseguida se lo aseguraron. Yo me asuste y pensé que me iba matal si no se pegaba, y estaba pensando mudarme de Santurce si al otro día no se daba “Soplapote”.
Y eso se regó por la plaza y to’ el mundo me estaba mirando más que antes. Cada día yo estaba más asusta’o porque sabía que en esta jugada me podía salir más caro el fuete que el caballo.
El otro viernes pasé lejos de la carpa de relojes y me llamó, diciéndome “Mira Belto, ven acá,” tenía un cigarro en la boca y me llamaba. Cuando llegué me dijo que Soplapote vino de atrás como un demontre y que se llevó hasta el portón enreda’o, que saltópor la valla y el jockey soltó las bridas y se aguantó del sillón, y que si lo dejaban llegaba hasta el peñón de la pava fresquecito.
Vendió el negocio y se compró otro más grande. El de Loíza.
Yo creía que cuando lo viera en el negocio grande me hablaría de cómo ser un jefe como él, pero no me dijo na’ nunca, pero no me bota nunca tampoco, me deja recoger latas. El negocio nuevo es grande, lleno de mesas y con una luminosa radiola. Tiene un palking grande al frente, donde todo el que quiere ir a ver el mar se estaciona, compra fritura, cerveza y se sientan por ahí.
Pero al menos siempre alrededor de Tony hay latas, ahora hay más latas que antes que eran pocas la gente que pasaba por el primer negocio de los relojes. Y yo pienso que me da suerte que lo veo ahora, y que por él veo más latas también, lleno más sacos que antes. “No lo botes bendito sea Dios Tony,” le decía la mujer.
Esa mujer de Tony, me la encontré un día otra vez escapá. La hallé saliendo del tren. Y me paró enseguida “Mira Belto no le digas na’ a Tony que me vistes que voy a coger la 53 pa’ Bayamón a il al beauty.”... Qué mete cabra…
Pero como a veces Tony me trataba mal, me daban ganas de dicirle lo emprendá y perfumá que la vi aquel día. Y lo linda que le quedaba la cadenita del tobillo con una gatita chikitita guindándole, que to’ el mundo se la podía ver.
Y que andaba con un collar de gata con diamantitos bien pega’o al cuello.
La chavienda es que yo pensé que si Tony dejaba esa mujer, a lo mejor se divorciaba.
Y a mí me dijeron que cuando las mujeres se van, se llevan la mitá, cuando uno tiene chavos. Y si se cerraba el negocio, me quedaba sin tantas latas pa’ recoger.
Bueno, hablé un rato con Tony ese día que estoy escribiendo aquí. Metiéndole más embustes de caballos, y por eso me dejó ese día otra vez recoger alrededor del local nuevo de Loíza.
Yo conozco bien este sitio, yo sé por dónde caen las latas… siempre por el mismo sitio. Se meten por debajo de los carros que la gente deja tira’os de noche pa’ día en el parquin. Por detrás de los pinos que están cerca, allí las tiran algunos. También se tira mucha lata por detrás del negocio. Esas son las que nadie se toma completas, las que le regalaron a alguien para que se haltara de beber pero no pudo más. El que se tenía que ir de prisa y el que estaba halto de la mujer y la pelea de los nenes, también las tira por allí. Y los celosos empotra’os porque le miran la mujer también las tiran allí.
Otro día antes de éste, me encontré a Meñique detrás del negocio cuando yo estaba tratando de llenar un saco de latas. Venia doblándose de espalda y yo, del otro la’o hacia lo mismo, sin darnos de cuenta. Y así chocamos.
Cuando lo saludé me dijo que le faltaban casi quince latas pa’ irse. Yo que andaba rebuscando hasta arrodillándome por las esquinas me compadecí de él y le regale mías. A mí eso me hiso sentir bien, más cuando lo vi montarse en la bicicleta con ese saco encima del manubrio, tambaleándose, con aquellas gomas tan finitas. Me dijo que iba y que pa’ Cantera. Contra, desde Loíza pa Cantera, yo siempre esperaba alguna camioneta de verdura que me dejara cerca de Santurce.
Un día después que yo tenía malestar de barriga por comerme un sancocho recalenta’o, vi pasar a Meñique frente de mí y eso me hiso sentir bien. Porque recordé las latas que le regalé antes.
Pues al mismo Meñique fue el primero de los que yo le hablo por ahí que me encontré ese día que me encontré este diario tira’o adentro del el zafacón grande.
Escena II
Meñique: ¿Qué haces Belto, recogiendo latas desde temprano hoy?
Belto: Ya tú no vas recojel hoy, ¿Pa donde tú vas con esa Conga mi hermano?
Caminó sonriente, cerca de mí para decirme algo en un tono bajito. Dejó caer suavemente la conga sobre las delicadas arenas que se entrometían en el área de estacionamiento. Yo simplemente permanecía extasiado todavía pensando que más escribir en este libro, que según aparece en el principio, dice que es para ponerle lo que le pasa a uno en el diario vivir. Miraba las pegatinas que distintivamente rellenaban su instrumento con la llamativa bandera de Puerto Rico. Pegatinas de fondo platinado posiblemente de los años setenta.
Meñique: Shh ¡Cállate que voy a sentarme cerca de la orilla, por debajo de aquel pino que tu vez allí… Ji Ji Ji , a ver si me pego una de esas bandiditas sin rumbo papi, de las que salen de comprar bacalaíto locas por compartirlo.
Belto: Yo también voy a comer bacalaítos cuando me encuentre otro peso, hoy no tengo na’, más que el pasaje por si me va mal. Estoy más pela’o que la rodilla de un cabro.
Meñique se fue sonriente diciéndome que no tenía más que el pasaje de vuelta, y para que no pensara que no fui alguien importante en su vida me dijo:
Meñique: Bueno, si se me pasan más de dos hembras por el lado yo te llamo a ver si te vas con alguna, que tú eres buena gente. Recuérdate que te voy a conseguir el aceite pa’ que lo vendas en la gallera, el de las espuelas… recuérdate.
Seguí caminando con mi saco por encima de mi hombro, a veces arrastra’o por el piso porque a veces me pesa más. Llegué hasta más adelante donde Pedro el pescador. Ya eran la una, y el underground se empezaba a escuchar de lejos. Pedro y su amigo no habían pegao nada en las baras. Yo lo sabía porque cada vez que lo miraba de lejos el seguía cargando la bara con una sola mano y en la otra, la que uno usa pa’ sentir el filamento, en esa cargaba una cerveza ya tibia y suda. Su compinche estaba más senta’o que un vendedor de lotería. Ese otro, solo miraba la mar, eslembao, oyendo la radio. Cuando me les pegué al lao, recogiendo las latas brillosas que luego yo vendo. Ahí fue que me di de cuenta que empezaron a comerse al almuerzo que traían.
Pedro: ¡Adió Belto, todavía tu recojes latas, pero yo pensaba que te habían saca’o de aquí.
Belto: Mira no, yo tengo permiso. Aunque a veces Tony se llega pelea’o con la mujer y no me quiere ver. Yo no sé porque, si yo le limpio to’ esto que la gente le deja tira’o.
Pedro ya empezaba a meter el tenedor en la fiambrera. Se metió un buche de arroz guisao que ni yo mismo me hubiera atrevido a comer. Usando una cuchara vieja, grandota y de mango cortito. El otro compinche le habría un Peisi que trajo en un bulto con hielo. Y yo, como no podía comer tanto si me ofrecían, saqué un canto de coco tierno que traía enrollao en una canto de plástico. Y le metí diente. Y me fui mascando olvidándome de ellos. Más adelante me di de cuenta de ver a Palillo. Uno que se pasa por aquí pidiendo menudo y que pon pa’ Canóvana. Yo lo conocí en la Plaza de Río Piedras, cuando lo veía halando el carro de compra que tiene. Cuando me daban cinco chinas de Lare por un peso, yo siempre lo buscaba pa’ dale una. Polque yo quiero montar un negocio de mondal chinas. El me presta el carro unos días que voy por ayá, cuando le duelen los pies de tanto caminar. Estaba por aquí vestió con el gabán ese que tiene. Yo lo vi de lejos empesar a hablarle a la gente casi cuando estaba acabándome el canto de coco. Yo no sé cuanto chavos saca con esa labia que tiene, con esos gabanes que usa, pa mí que la gente le habla más que a mí que recojo latas.
Lo saluda sujetando fuerte su bolsa de latas a sus espaldas, caminando lento, el pedacito de coco que le queda en la mano y su boca repleta de fragmentos tiernos y blancuzcos.
Belto: ¡Mira Palillo, va pal Capitolio…con ese gabán! ¡Ten cuida’o que no te pillen entrando con los bolsillo llenos de viento jijijiji! No to’ el monte es orégano!!!
Palillo lo mira como si no lo conociera, continúa su marcha, pidiendo a quien pueda.
Que chavienda que yo nunca he selvido pa’ pedir. Yo que me encuentro a cada rato billetes y me pegó en la Bola. Pero cuando a veces veo a Palillo, como que me entra un demonio que me pica el pecho, que se me aguan los ojos y que me hace salivar la lengua. Pero no voy a pedir, porque yo trabajo. Y aunque ese Palillo me saque ese demontre yo mejor cojo latas. En mi casa después me hago calabaza y guineos sancocha’os. Por ahí en el palking lo escuché en lo del,… dando labia.
Palillo: Hola ladies, tienen un menudito que le sobre, yo voy a estar por aquí velando el sitio.
Entonces me di de cuenta que ese listo siempre va con el cuento ese a donde las mujeres namas.
Palillo: Cuíidese Ladie… Mire Misi, quiere le cuide el carro…Misita linda… esa Toyotita yo se la velo…Ladie, le sobró un menudito pa’ juntal para gasolina…
Qué raro que Palillo no apestaba a ron, y que no andaba picao con los ojos coloraos como siempre. Después lo vi moverse pa’ un la’o hablando y que por un celular, engabanado así como él anda. Más a’lante una hembrita me dijo a mí: “Mira un loco” , que yo se escribil, porque mira por dónde voy con este diario. Esa misma embra no sabe que Palillo no escribe. No lo sabe, y ella le habría una cerveza, y se toco el pelo como si fuera Lourdes Chacón, así al frente del. A la verdad que este Palillo, pa’ pichón mucho ha volao. Seguí caminando y me di de cuenta de que el cielo color azul estaba como el mismo color de la mar, y que la mar estaba tranquila, que hoy como a veces esto pasa, que se veían los botes con vela pasando de largo. Yo creo que vendrían bajando de Fajardo pa’ los muelles de San Juan. Venían hinca’os los dos.
Yo creo que uno estaba corriendo mal porque botaba una espuma desde la punta que se veía hasta acá tan lejos, encima de la carretera donde yo estaba. Me di de cuenta de que el humo ahora salía más lento desde adentro del fogón, y que con su suave esparcimiento se le metía pa’ dentro a los carros que fueron a ver la mar parqueándose frente al negocio. Alguna gente le daba dolor de cabeza ese humo. Como me comí to’ mi coco me fui a buscar el bulto donde cargo más pedazos de coco y algunas chinas de Lare. Ahí también tengo Mabí escondió en ese bulto. Pero no lo pude sacar porque unos muchachos que tenían el carro pilla’o estaban llamando gente pa’ moverlo de la zanja de tierra que los traicionó, allí al lao del negocio donde la familia se iba a ver la mar. Entonces se pudo escuchar un corillo de siete hombres, los que se le pagaron al carro pa’ tratar de moverlo del medio del miradero del mar.
Corillo: Viene, viene – vamos a mover este carro cuando digamos tres. Uno,dos, tres ¡Fuerza!
Y lo movían media pulgada, pesaba más que la parte un bloque de los que divide el expreso.
Corillo: Uno, dos, tres ¡Fuerza!
Al rato, los vi mover aquel carrito, pero a otra gente que estaban paraos por allí con sus cámaras, no le gusto que lo movieran, porque yo creo que a ellos no le gustan ver la mar y comer alcapurrias. Yo me aproveché y me arrimé a los hombres.
Belto: ¡Mueve, mueve ese carro que la gente del alcalde los va pillar, corran que ahí vienen… Jijijiji!
Corillo: ¡Cállate… antes de que te saquemos de aquí!
Belto: ¡Bueno, si van a romperme la cara primero ustedes se rompen en fondillo jalando ese carro! Jijijiji!
Alguien del corillo: ¿Quién rayo es este tipo que se quiere sacar el macho con nosotros…?
Alguien del corillo: Ese tipo blanco que tú ves ahí con pancita, que nos gritó, yo creo que recoge latas. Ese es un amaneció que no trabaja, debe de estar en drogas o amaneció de no hacer nada.
Anda,… ahora que me querían dar esa gente del carro, que, mejor yo pasaba después a buscar el bulto con el Mabí. Eso pensé, y me fui corriendo. Porque donde yo me resbale, se escocota un mono. Cómo me calenté, no pude resbirar pa’ atrás, tuve que caminar por cerca del negocio de Tony de nuevo, a ver si me daba con un vaso de jugo sin terminar, y ponerle más atención a las botellas de agua que siempre les pasaba de soslayo, nunca invitándolas a formar parte de mí recogido. Me había dao hambre. Por el piso me encontré de to’, una fantasía para un esmayao como yo. Yo lo más que quería era tomarme un palo de Mabí antes de que se me recalentara en el bulto. Ahora me conformaba con agua. Que mucho sorbeto y cola de cigarrillo había tiras en el piso, y de marcas caras que eran to’as. Seguía llegando gente al palking, en carros de to’s colores hasta escuhchando Marc Antony a to gendel. Encontré unas sopas de pollo dejas en un muro y un pan recio que alguien no se quiso comer de un pincho de pollo recio, y media botella de agua fríiia…Ahhh, que suerte tuve. Cuando me las logre sacar del muro, me las lleve a sentarme con ese banquete y caerle arriba como surfer acaba’o de salir del Escambrón. No hay mejor hambre que la que me da cuando estoy trabajando. Gracias a Dios que mientras yo me comía toíta las sopas alguien puso en aquella radiola el tema “Divas Divinas”.
“Y cuando me terminé aquel almuerzo, se me apareció de frente Tony, venía barriendo y no me di cuenta por estar ensimisma’o en la sopa.
Tony: ¿Cómo tú te sientes?
Belto: Yo, bien…
Conteste asustaó, Con ojos de vaca cagona.
Tony: ¿Tú no habrás hecho nada por ahí malo alrededor del negocio, de mi negocio, verdad...?
Belto: Mire Tony, lo que yo hice fue estar lejos por la mar, más allá de los pinos, con un palo que yo tenía blandiendo latas y metiéndolas al saco.
Paró de barrer y me miró bien serio.
Tony: Belto, ¿Tú no me estarás espantando clientes verdad?
Belto: Mire Tony, si yo acabo de ayudarle al dueño de aquel negocio de ayudarle a mover una Chanp que pillaron ahí en una zanja. Entonces yo le dije que se arremolinaran al bumper y la movieran entre todos. Y cuando le dije que yo trabajaba aquí, me regalaron sopa y agua.
Tony: Ah, sí…sopa y agua, te dio hambre y te dieron comida, pues mira…tú sabes que yo tengo una vasta experiencia de negociante. Antes yo era el que mandaba en la barra de “Cuco Telmo”. Nada, me fui de allí, cositas que pasan amigo, cositas que uno aprende en la vida que te hacen crecer en los negocios. Después de bregar con Cuco saque unos chavos y me metí en el negocio de los petardos… tú sabes y de vender cacatúas.
Lo empecé a ver moverse como un galán de novela. Se miraba el reloj así, sacudiéndose la guayabera manga larga amarilla que tenía. También las prendas brillaban de las muñecas, las pulseras le bailaban. La manicura le brillaba. Como si yo supiera cuánto valían to’ esas cosas, sacó la peinilla y se peinó, hasta mirándose los zapatos y mirándome la cara. Yo trataba de ponerle atención a la radiola, pero me dijo:
Tony: ¿Quién abrió el zafacón de atrás de la cocina, lo regó to’ en el piso? Mira que a lo mejor Susa viene a ver este negocio a ver si me lo compra.
Belto: No fui yo Tony, fue, fue otra persona que se fue corriendo.
Tony: Tú vez aquel zafacón que esta allá abajo, el cajón negro mohoso. Allí tiraron un montón de refrescos de aluminio… te voy a dar permiso para que te metas y saques todo lo que puedas. Cuídate esos pantalones negros de que se te manchen… Si te preguntan quién te dejo meterte ahí, les vas a decir que pasen por acá. Que trabajas en el “Fogón de Tony”. Que se te perdió algo y que tú piensas que estaba en la bolsa de la basura del negocio.
Aquello pa mí fue como pa’ mis oídos como una música, de ahí sacaba yo chavos pa’ irme el otro Domingo a buscar pareja pa’ los bailes que montan en el negocio “La Gran Cima”, allí antes del Terraplane. Mi boca empezó a salivarse, las narices en cada respiro se habrían más grandes. Y de cada buche de saliva trataba de no tomarme ni el más chin-chin de sipi. Se me presentó enseguida la sombra de una repentina sed, donde nunca la tenía antes en todo el día. Entonces, casi al igual que el sol sacaba una chispa brillante cuando un carro pasaba y le daba al cristal de en frente, así mismo, de a veces, me empezó a dar unos centellazos también en el estógamo. Era el hambre que se me despertó del ánimo pa recoger el zafacón. Ella pensaba que venían pa’ dentro empanadillas calientitas rellenas de tiernos jueyes, o bacalaítos doraditos, o piononos tiernos, con esos amarillitos calientitos mmm, fritos con manteca al fogón. Y en su punto…Mi estógamo se confundió y se le olvido que había que sacar latas primero y llevarlas lejos pa’ coger chavos pa’ comer, pero de la emoción se prendió aquella hambre y me comenzó a traicionar. Tonces Tony se alejó y caminé pal zafacón. Pasó Coco Joe. Un tipo que vende coco en el Escambrón. A veces si está de buena mañana la mar, a veces ese me daba cocos picaos pa’ sacarle la pulpa como la que tengo hoy. Siempre se pasa sin camisa ese tipo, limpia y corta la grama de gratis en el parque hace cinco años. Me da miedo porque el tipo es fuerte y yo que me paso sancochando viandas nunca me veo así. A veces se monta en la bicicleta y se pierde pa’ “Puerta de Tierra”. Y si regresa embollao, bajando por allí, ensequitao. Yo sé por dónde viene y recojo lo que tengo y hecho vuelo y me voy de allí. No valla sel que me valla dal relajando y yo me empaquete con él.
Coco Joe: Mira Belto, tú estás borracho verdá. Esa cara de arrebatao que tienes igual que to’s… ¿Qué tú haces por acá abajo en Loíza con esa funda?
Yo me iba meter en el zafacón, pero como Coco se pegaba pa’ hablarme y me daba miedo, y yo no sé si Coco venía a ponerse a vender cocos ahí, y que me fuera sacar…, pues yo seguí caminando como si na’, como si Tony no me hubiera da’o el permiso pa estar por allí.
Belto: ¿Que tú dices, yo no tengo hoy ni Mabí pa tomal…como va ser que yo me ponga emborrachao a trabajar aquí. Yo estaba pegando esos poster de “Don Omar” que tu vez ahí, que tiene concierto el 19 en el Choliseo, con Daddy a Yankie y el Corillo, tú sabes cómo va sonal eso allí adentro veldá... ¡Mira las manos como las tengo llenas de pega! Y todas pelas de poner cruza calle.
Coco Joe: Yo me cogí un momento para venir a darme una fría y comerme un pionono por acá. Que aquellos locos de las tablas están empotra’os. Hoy no hay cocos en el Escambrón, ahí pánico… allí deje a tos aquellos locos y locas en el parking. Deben tener un revuelo como siempre cuando yo me voy. Mira…, son las tres, y si yo no llego a las seis y media, aquellos tipos se desorientan.
Me dijo eso, y yo me hice el loco, y seguí despegándome del zafacón, no fuera que se fuera antojal de mi lugar pa vender cocos. Porque, ese sitio está en el medio que lo ve to’ el mundo que pasaba. Y en cuanto yo lo vi irse lejos, y meterse a la fila de las frituras me puse el gorro de la capa que tiene mi sweater negro, pa’ enseguida meterme al zafacón y que no se diera cuenta que era yo. Pa mí que me cogió miedo por creerse que yo estaba trabajando con los Cangri. Qué suerte tuve que habían pega’o aquel poster en el zafacón, que to’ el mundo lo ve porque si no sabrá dios si Coco se ponía vender coco frío y me tenía que ir en pasaje, porque el sitio está bien visible al que llega, y to’ el mundo me veía metío ahí dentro también.
Un rato pasó cuando subí al terreno del palquing y me secaba la cara del sudor. Dejé de miral las frituras y me despegué más lejos de la gente que hablaba de comprar. Porque yo los oía diciendo. Qué tú quieres, alcapurria, pionono, bacalaíto”, y eso me daba hambre.
Por allí fue que vi a Tony cuando me alejé más lejos de aquel negocio. Hace tiempo que no lo veía.
Tony es un tipo duro. Quizás más duro conmigo que con otra gente, yo no sé polqué. Yo creo que es polque yo, más que recojo latas por alrededor del negocio y nunca compro alcapurrias.
Y se enfogona polque tengo suerte y me aparecen los litros de ron vacios por las recogidas que doy alrededor. Pa mí… que el tipo es como un puente roto.
Esa mañana llegó el ayudante de Tony, el que le trae las cajas de cervezas. Uno que anda con un carro de seis ruedas y dos mangos en cada lao. Ese tipo, llena ese carro hasta el tope de cajas de cerveza y de licores. Esas cervezas, que yo miraba por la mañana, las recogía otro día por algún lao alrededor del negocio otro día. Que se las iban a beber con mucho deseo, y yo con mucho deseo las iba a recoger vacías, pa’ pisarlas, espachúrralas to’as pa’ meterlas al saco de china seguida.
Yo miraba el tipo del carro ese, el de las seis ruadas con cajas, y me preguntaba si ese carro algún día me lo emprestaba pa amontonale sacos de china llenos de cerveza espacharrá. Así podía llenal más y amontonarlas en la orilla de la carretera. A ver si después “El Camello”, el de la camioneta, me las llevaba al acopio pa’ vendelas, yo le daba cinco pesos a Camello pero nunca pasó… y el hombre del carro tampoco me miraba como pa’ hablarle de eso, y si me cogía Tony… me peleaba.
Pero Tony no me quiere ver hablándole tampoco el hombre del carro, ni a él, ni a nadie cerca del negocio de él “Eso no es tu trabajo, andar por aquí adentro preguntando cosas”, así me decía.
Dispués de pensar en aquel carro de seis ruedas que me faltaba tanto, me puse a pensar cuál fritura me comería, haber si así se me olvidaba el carro aquel de la mente.
Yo quería una alcapurria, pero la gente que yo miraba de lejos en el negocio, en la fila para’os por rato, no pedían eso cuando llegaba al tulno. Casi todos pedían bacalaítos.
Los bacalaítos del negocio de Tony quedan tostaítos por las esquinas por donde parecía que se le formaba un ruedo de pantalón color marrón. Tenían chicharrón de pollo de sabor ese día. Si yo lo sé, si recojo to’ esto por aquí. El centro de los bacalaos parecía un tostón de pana de lo suavecito y rico que sabían, llenitos toíto de bacalao. “Ojala me pudiera comel dos ahora mismo,” dije. Pero no podía ensesetar el menudo que tenía por si me tenía que il en guagua pa’ casa. Ya tú sabe, que complica’o esta mañana tan lejo ‘e casa. Y yo sin comel todavía. Y sonando aquel bachateo lindo, clarito, bien equalizao en el radiola del negocio, no me daban ganas na’ de seguir trabajando aquella mañana.
Tony fue malo conmigo cuando no tenía este negocio. Antes no me dejaba parame frente a la carpa que tenía de vendel relojes ni pa’ mirarlo,… y que le espantaba clientes dice él.
Recogía la acera, hablaba un poco con él, y me hiba rápido. Pero como a él le gustaba hablal de caballos, cuando yo sabía algo de las carreras, entonces me dejaba hablarle más. Y como él sabe de negocio, yo quiero siempre oírlo hablar. Pero, si no le traía las oreja de la cuadra…”Fuera, fuera,” me decía.
Pero un día que yo estaba pela’o, me encontré veinte peso, y pa’ ver si Tony me dejaba hablarle y oírlo hablar de negocio, pa’ aprender más, p’a cuando yo tenga mi propio negocio sabel.
Ese día, le compre un reloj de cinco pesos. “¿Pa’ qué tu quiere un reloj ahora chico?... si tú ni sabes el día que es,” me dijo. Como quiera, le compré el reloj y también le dije que sabía más orejas de la cuadra. Yo pensé que ese día como compré algo y le hablé de la cuadra, me iba a dicil cómo ser negociante. Si na’más me llevaban a limpiar una cuadra en Trujillo Alto a veces, ahí era que yo escuchaba las orejas, y le tiraba billetes al pote.
Yo le dije que le tirara muchos chavos a “Soplapote”, que iba a correr y que se decía que ganaba. El miró la papeleta y me dijo “Pero tú estás loco chico.” Eran embuste mío, no eran verdá. No me habían dicho na’.
Bueno, de verdá que yo creía que ganaba Soplapote, igual que a veces presiento cuando yo me encuentro los billetes, pero a mí la gente me dice que hablo embustes. Pero como Tony me trataba mal, no me importaba buscalme otro sitio más lejos pa’ recoger latas si no se pegaba el caballo y me botaba, así que le dije eso. Le dije que eran enverdá, y que yo le había metío $40.00 pesos que amontoné de latas. El se rió, y me dijo que le iba a jugar $400.00, que yo le debía eso si no se pegaba y si no que me fuera de allí, y llamó a la agencia y enseguida se lo aseguraron. Yo me asuste y pensé que me iba matal si no se pegaba, y estaba pensando mudarme de Santurce si al otro día no se daba “Soplapote”.
Y eso se regó por la plaza y to’ el mundo me estaba mirando más que antes. Cada día yo estaba más asusta’o porque sabía que en esta jugada me podía salir más caro el fuete que el caballo.
El otro viernes pasé lejos de la carpa de relojes y me llamó, diciéndome “Mira Belto, ven acá,” tenía un cigarro en la boca y me llamaba. Cuando llegué me dijo que Soplapote vino de atrás como un demontre y que se llevó hasta el portón enreda’o, que saltópor la valla y el jockey soltó las bridas y se aguantó del sillón, y que si lo dejaban llegaba hasta el peñón de la pava fresquecito.
Vendió el negocio y se compró otro más grande. El de Loíza.
Yo creía que cuando lo viera en el negocio grande me hablaría de cómo ser un jefe como él, pero no me dijo na’ nunca, pero no me bota nunca tampoco, me deja recoger latas. El negocio nuevo es grande, lleno de mesas y con una luminosa radiola. Tiene un palking grande al frente, donde todo el que quiere ir a ver el mar se estaciona, compra fritura, cerveza y se sientan por ahí.
Pero al menos siempre alrededor de Tony hay latas, ahora hay más latas que antes que eran pocas la gente que pasaba por el primer negocio de los relojes. Y yo pienso que me da suerte que lo veo ahora, y que por él veo más latas también, lleno más sacos que antes. “No lo botes bendito sea Dios Tony,” le decía la mujer.
Esa mujer de Tony, me la encontré un día otra vez escapá. La hallé saliendo del tren. Y me paró enseguida “Mira Belto no le digas na’ a Tony que me vistes que voy a coger la 53 pa’ Bayamón a il al beauty.”... Qué mete cabra…
Pero como a veces Tony me trataba mal, me daban ganas de dicirle lo emprendá y perfumá que la vi aquel día. Y lo linda que le quedaba la cadenita del tobillo con una gatita chikitita guindándole, que to’ el mundo se la podía ver.
Y que andaba con un collar de gata con diamantitos bien pega’o al cuello.
La chavienda es que yo pensé que si Tony dejaba esa mujer, a lo mejor se divorciaba.
Y a mí me dijeron que cuando las mujeres se van, se llevan la mitá, cuando uno tiene chavos. Y si se cerraba el negocio, me quedaba sin tantas latas pa’ recoger.
Bueno, hablé un rato con Tony ese día que estoy escribiendo aquí. Metiéndole más embustes de caballos, y por eso me dejó ese día otra vez recoger alrededor del local nuevo de Loíza.
Yo conozco bien este sitio, yo sé por dónde caen las latas… siempre por el mismo sitio. Se meten por debajo de los carros que la gente deja tira’os de noche pa’ día en el parquin. Por detrás de los pinos que están cerca, allí las tiran algunos. También se tira mucha lata por detrás del negocio. Esas son las que nadie se toma completas, las que le regalaron a alguien para que se haltara de beber pero no pudo más. El que se tenía que ir de prisa y el que estaba halto de la mujer y la pelea de los nenes, también las tira por allí. Y los celosos empotra’os porque le miran la mujer también las tiran allí.
Otro día antes de éste, me encontré a Meñique detrás del negocio cuando yo estaba tratando de llenar un saco de latas. Venia doblándose de espalda y yo, del otro la’o hacia lo mismo, sin darnos de cuenta. Y así chocamos.
Cuando lo saludé me dijo que le faltaban casi quince latas pa’ irse. Yo que andaba rebuscando hasta arrodillándome por las esquinas me compadecí de él y le regale mías. A mí eso me hiso sentir bien, más cuando lo vi montarse en la bicicleta con ese saco encima del manubrio, tambaleándose, con aquellas gomas tan finitas. Me dijo que iba y que pa’ Cantera. Contra, desde Loíza pa Cantera, yo siempre esperaba alguna camioneta de verdura que me dejara cerca de Santurce.
Un día después que yo tenía malestar de barriga por comerme un sancocho recalenta’o, vi pasar a Meñique frente de mí y eso me hiso sentir bien. Porque recordé las latas que le regalé antes.
Pues al mismo Meñique fue el primero de los que yo le hablo por ahí que me encontré ese día que me encontré este diario tira’o adentro del el zafacón grande.
Escena II
Meñique: ¿Qué haces Belto, recogiendo latas desde temprano hoy?
Belto: Ya tú no vas recojel hoy, ¿Pa donde tú vas con esa Conga mi hermano?
Caminó sonriente, cerca de mí para decirme algo en un tono bajito. Dejó caer suavemente la conga sobre las delicadas arenas que se entrometían en el área de estacionamiento. Yo simplemente permanecía extasiado todavía pensando que más escribir en este libro, que según aparece en el principio, dice que es para ponerle lo que le pasa a uno en el diario vivir. Miraba las pegatinas que distintivamente rellenaban su instrumento con la llamativa bandera de Puerto Rico. Pegatinas de fondo platinado posiblemente de los años setenta.
Meñique: Shh ¡Cállate que voy a sentarme cerca de la orilla, por debajo de aquel pino que tu vez allí… Ji Ji Ji , a ver si me pego una de esas bandiditas sin rumbo papi, de las que salen de comprar bacalaíto locas por compartirlo.
Belto: Yo también voy a comer bacalaítos cuando me encuentre otro peso, hoy no tengo na’, más que el pasaje por si me va mal. Estoy más pela’o que la rodilla de un cabro.
Meñique se fue sonriente diciéndome que no tenía más que el pasaje de vuelta, y para que no pensara que no fui alguien importante en su vida me dijo:
Meñique: Bueno, si se me pasan más de dos hembras por el lado yo te llamo a ver si te vas con alguna, que tú eres buena gente. Recuérdate que te voy a conseguir el aceite pa’ que lo vendas en la gallera, el de las espuelas… recuérdate.
Seguí caminando con mi saco por encima de mi hombro, a veces arrastra’o por el piso porque a veces me pesa más. Llegué hasta más adelante donde Pedro el pescador. Ya eran la una, y el underground se empezaba a escuchar de lejos. Pedro y su amigo no habían pegao nada en las baras. Yo lo sabía porque cada vez que lo miraba de lejos el seguía cargando la bara con una sola mano y en la otra, la que uno usa pa’ sentir el filamento, en esa cargaba una cerveza ya tibia y suda. Su compinche estaba más senta’o que un vendedor de lotería. Ese otro, solo miraba la mar, eslembao, oyendo la radio. Cuando me les pegué al lao, recogiendo las latas brillosas que luego yo vendo. Ahí fue que me di de cuenta que empezaron a comerse al almuerzo que traían.
Pedro: ¡Adió Belto, todavía tu recojes latas, pero yo pensaba que te habían saca’o de aquí.
Belto: Mira no, yo tengo permiso. Aunque a veces Tony se llega pelea’o con la mujer y no me quiere ver. Yo no sé porque, si yo le limpio to’ esto que la gente le deja tira’o.
Pedro ya empezaba a meter el tenedor en la fiambrera. Se metió un buche de arroz guisao que ni yo mismo me hubiera atrevido a comer. Usando una cuchara vieja, grandota y de mango cortito. El otro compinche le habría un Peisi que trajo en un bulto con hielo. Y yo, como no podía comer tanto si me ofrecían, saqué un canto de coco tierno que traía enrollao en una canto de plástico. Y le metí diente. Y me fui mascando olvidándome de ellos. Más adelante me di de cuenta de ver a Palillo. Uno que se pasa por aquí pidiendo menudo y que pon pa’ Canóvana. Yo lo conocí en la Plaza de Río Piedras, cuando lo veía halando el carro de compra que tiene. Cuando me daban cinco chinas de Lare por un peso, yo siempre lo buscaba pa’ dale una. Polque yo quiero montar un negocio de mondal chinas. El me presta el carro unos días que voy por ayá, cuando le duelen los pies de tanto caminar. Estaba por aquí vestió con el gabán ese que tiene. Yo lo vi de lejos empesar a hablarle a la gente casi cuando estaba acabándome el canto de coco. Yo no sé cuanto chavos saca con esa labia que tiene, con esos gabanes que usa, pa mí que la gente le habla más que a mí que recojo latas.
Lo saluda sujetando fuerte su bolsa de latas a sus espaldas, caminando lento, el pedacito de coco que le queda en la mano y su boca repleta de fragmentos tiernos y blancuzcos.
Belto: ¡Mira Palillo, va pal Capitolio…con ese gabán! ¡Ten cuida’o que no te pillen entrando con los bolsillo llenos de viento jijijiji! No to’ el monte es orégano!!!
Palillo lo mira como si no lo conociera, continúa su marcha, pidiendo a quien pueda.
Que chavienda que yo nunca he selvido pa’ pedir. Yo que me encuentro a cada rato billetes y me pegó en la Bola. Pero cuando a veces veo a Palillo, como que me entra un demonio que me pica el pecho, que se me aguan los ojos y que me hace salivar la lengua. Pero no voy a pedir, porque yo trabajo. Y aunque ese Palillo me saque ese demontre yo mejor cojo latas. En mi casa después me hago calabaza y guineos sancocha’os. Por ahí en el palking lo escuché en lo del,… dando labia.
Palillo: Hola ladies, tienen un menudito que le sobre, yo voy a estar por aquí velando el sitio.
Entonces me di de cuenta que ese listo siempre va con el cuento ese a donde las mujeres namas.
Palillo: Cuíidese Ladie… Mire Misi, quiere le cuide el carro…Misita linda… esa Toyotita yo se la velo…Ladie, le sobró un menudito pa’ juntal para gasolina…
Qué raro que Palillo no apestaba a ron, y que no andaba picao con los ojos coloraos como siempre. Después lo vi moverse pa’ un la’o hablando y que por un celular, engabanado así como él anda. Más a’lante una hembrita me dijo a mí: “Mira un loco” , que yo se escribil, porque mira por dónde voy con este diario. Esa misma embra no sabe que Palillo no escribe. No lo sabe, y ella le habría una cerveza, y se toco el pelo como si fuera Lourdes Chacón, así al frente del. A la verdad que este Palillo, pa’ pichón mucho ha volao. Seguí caminando y me di de cuenta de que el cielo color azul estaba como el mismo color de la mar, y que la mar estaba tranquila, que hoy como a veces esto pasa, que se veían los botes con vela pasando de largo. Yo creo que vendrían bajando de Fajardo pa’ los muelles de San Juan. Venían hinca’os los dos.
Yo creo que uno estaba corriendo mal porque botaba una espuma desde la punta que se veía hasta acá tan lejos, encima de la carretera donde yo estaba. Me di de cuenta de que el humo ahora salía más lento desde adentro del fogón, y que con su suave esparcimiento se le metía pa’ dentro a los carros que fueron a ver la mar parqueándose frente al negocio. Alguna gente le daba dolor de cabeza ese humo. Como me comí to’ mi coco me fui a buscar el bulto donde cargo más pedazos de coco y algunas chinas de Lare. Ahí también tengo Mabí escondió en ese bulto. Pero no lo pude sacar porque unos muchachos que tenían el carro pilla’o estaban llamando gente pa’ moverlo de la zanja de tierra que los traicionó, allí al lao del negocio donde la familia se iba a ver la mar. Entonces se pudo escuchar un corillo de siete hombres, los que se le pagaron al carro pa’ tratar de moverlo del medio del miradero del mar.
Corillo: Viene, viene – vamos a mover este carro cuando digamos tres. Uno,dos, tres ¡Fuerza!
Y lo movían media pulgada, pesaba más que la parte un bloque de los que divide el expreso.
Corillo: Uno, dos, tres ¡Fuerza!
Al rato, los vi mover aquel carrito, pero a otra gente que estaban paraos por allí con sus cámaras, no le gusto que lo movieran, porque yo creo que a ellos no le gustan ver la mar y comer alcapurrias. Yo me aproveché y me arrimé a los hombres.
Belto: ¡Mueve, mueve ese carro que la gente del alcalde los va pillar, corran que ahí vienen… Jijijiji!
Corillo: ¡Cállate… antes de que te saquemos de aquí!
Belto: ¡Bueno, si van a romperme la cara primero ustedes se rompen en fondillo jalando ese carro! Jijijiji!
Alguien del corillo: ¿Quién rayo es este tipo que se quiere sacar el macho con nosotros…?
Alguien del corillo: Ese tipo blanco que tú ves ahí con pancita, que nos gritó, yo creo que recoge latas. Ese es un amaneció que no trabaja, debe de estar en drogas o amaneció de no hacer nada.
Anda,… ahora que me querían dar esa gente del carro, que, mejor yo pasaba después a buscar el bulto con el Mabí. Eso pensé, y me fui corriendo. Porque donde yo me resbale, se escocota un mono. Cómo me calenté, no pude resbirar pa’ atrás, tuve que caminar por cerca del negocio de Tony de nuevo, a ver si me daba con un vaso de jugo sin terminar, y ponerle más atención a las botellas de agua que siempre les pasaba de soslayo, nunca invitándolas a formar parte de mí recogido. Me había dao hambre. Por el piso me encontré de to’, una fantasía para un esmayao como yo. Yo lo más que quería era tomarme un palo de Mabí antes de que se me recalentara en el bulto. Ahora me conformaba con agua. Que mucho sorbeto y cola de cigarrillo había tiras en el piso, y de marcas caras que eran to’as. Seguía llegando gente al palking, en carros de to’s colores hasta escuhchando Marc Antony a to gendel. Encontré unas sopas de pollo dejas en un muro y un pan recio que alguien no se quiso comer de un pincho de pollo recio, y media botella de agua fríiia…Ahhh, que suerte tuve. Cuando me las logre sacar del muro, me las lleve a sentarme con ese banquete y caerle arriba como surfer acaba’o de salir del Escambrón. No hay mejor hambre que la que me da cuando estoy trabajando. Gracias a Dios que mientras yo me comía toíta las sopas alguien puso en aquella radiola el tema “Divas Divinas”.
“Y cuando me terminé aquel almuerzo, se me apareció de frente Tony, venía barriendo y no me di cuenta por estar ensimisma’o en la sopa.
Tony: ¿Cómo tú te sientes?
Belto: Yo, bien…
Conteste asustaó, Con ojos de vaca cagona.
Tony: ¿Tú no habrás hecho nada por ahí malo alrededor del negocio, de mi negocio, verdad...?
Belto: Mire Tony, lo que yo hice fue estar lejos por la mar, más allá de los pinos, con un palo que yo tenía blandiendo latas y metiéndolas al saco.
Paró de barrer y me miró bien serio.
Tony: Belto, ¿Tú no me estarás espantando clientes verdad?
Belto: Mire Tony, si yo acabo de ayudarle al dueño de aquel negocio de ayudarle a mover una Chanp que pillaron ahí en una zanja. Entonces yo le dije que se arremolinaran al bumper y la movieran entre todos. Y cuando le dije que yo trabajaba aquí, me regalaron sopa y agua.
Tony: Ah, sí…sopa y agua, te dio hambre y te dieron comida, pues mira…tú sabes que yo tengo una vasta experiencia de negociante. Antes yo era el que mandaba en la barra de “Cuco Telmo”. Nada, me fui de allí, cositas que pasan amigo, cositas que uno aprende en la vida que te hacen crecer en los negocios. Después de bregar con Cuco saque unos chavos y me metí en el negocio de los petardos… tú sabes y de vender cacatúas.
Lo empecé a ver moverse como un galán de novela. Se miraba el reloj así, sacudiéndose la guayabera manga larga amarilla que tenía. También las prendas brillaban de las muñecas, las pulseras le bailaban. La manicura le brillaba. Como si yo supiera cuánto valían to’ esas cosas, sacó la peinilla y se peinó, hasta mirándose los zapatos y mirándome la cara. Yo trataba de ponerle atención a la radiola, pero me dijo:
Tony: ¿Quién abrió el zafacón de atrás de la cocina, lo regó to’ en el piso? Mira que a lo mejor Susa viene a ver este negocio a ver si me lo compra.
Belto: No fui yo Tony, fue, fue otra persona que se fue corriendo.
Tony: Tú vez aquel zafacón que esta allá abajo, el cajón negro mohoso. Allí tiraron un montón de refrescos de aluminio… te voy a dar permiso para que te metas y saques todo lo que puedas. Cuídate esos pantalones negros de que se te manchen… Si te preguntan quién te dejo meterte ahí, les vas a decir que pasen por acá. Que trabajas en el “Fogón de Tony”. Que se te perdió algo y que tú piensas que estaba en la bolsa de la basura del negocio.
Aquello pa mí fue como pa’ mis oídos como una música, de ahí sacaba yo chavos pa’ irme el otro Domingo a buscar pareja pa’ los bailes que montan en el negocio “La Gran Cima”, allí antes del Terraplane. Mi boca empezó a salivarse, las narices en cada respiro se habrían más grandes. Y de cada buche de saliva trataba de no tomarme ni el más chin-chin de sipi. Se me presentó enseguida la sombra de una repentina sed, donde nunca la tenía antes en todo el día. Entonces, casi al igual que el sol sacaba una chispa brillante cuando un carro pasaba y le daba al cristal de en frente, así mismo, de a veces, me empezó a dar unos centellazos también en el estógamo. Era el hambre que se me despertó del ánimo pa recoger el zafacón. Ella pensaba que venían pa’ dentro empanadillas calientitas rellenas de tiernos jueyes, o bacalaítos doraditos, o piononos tiernos, con esos amarillitos calientitos mmm, fritos con manteca al fogón. Y en su punto…Mi estógamo se confundió y se le olvido que había que sacar latas primero y llevarlas lejos pa’ coger chavos pa’ comer, pero de la emoción se prendió aquella hambre y me comenzó a traicionar. Tonces Tony se alejó y caminé pal zafacón. Pasó Coco Joe. Un tipo que vende coco en el Escambrón. A veces si está de buena mañana la mar, a veces ese me daba cocos picaos pa’ sacarle la pulpa como la que tengo hoy. Siempre se pasa sin camisa ese tipo, limpia y corta la grama de gratis en el parque hace cinco años. Me da miedo porque el tipo es fuerte y yo que me paso sancochando viandas nunca me veo así. A veces se monta en la bicicleta y se pierde pa’ “Puerta de Tierra”. Y si regresa embollao, bajando por allí, ensequitao. Yo sé por dónde viene y recojo lo que tengo y hecho vuelo y me voy de allí. No valla sel que me valla dal relajando y yo me empaquete con él.
Coco Joe: Mira Belto, tú estás borracho verdá. Esa cara de arrebatao que tienes igual que to’s… ¿Qué tú haces por acá abajo en Loíza con esa funda?
Yo me iba meter en el zafacón, pero como Coco se pegaba pa’ hablarme y me daba miedo, y yo no sé si Coco venía a ponerse a vender cocos ahí, y que me fuera sacar…, pues yo seguí caminando como si na’, como si Tony no me hubiera da’o el permiso pa estar por allí.
Belto: ¿Que tú dices, yo no tengo hoy ni Mabí pa tomal…como va ser que yo me ponga emborrachao a trabajar aquí. Yo estaba pegando esos poster de “Don Omar” que tu vez ahí, que tiene concierto el 19 en el Choliseo, con Daddy a Yankie y el Corillo, tú sabes cómo va sonal eso allí adentro veldá... ¡Mira las manos como las tengo llenas de pega! Y todas pelas de poner cruza calle.
Coco Joe: Yo me cogí un momento para venir a darme una fría y comerme un pionono por acá. Que aquellos locos de las tablas están empotra’os. Hoy no hay cocos en el Escambrón, ahí pánico… allí deje a tos aquellos locos y locas en el parking. Deben tener un revuelo como siempre cuando yo me voy. Mira…, son las tres, y si yo no llego a las seis y media, aquellos tipos se desorientan.
Me dijo eso, y yo me hice el loco, y seguí despegándome del zafacón, no fuera que se fuera antojal de mi lugar pa vender cocos. Porque, ese sitio está en el medio que lo ve to’ el mundo que pasaba. Y en cuanto yo lo vi irse lejos, y meterse a la fila de las frituras me puse el gorro de la capa que tiene mi sweater negro, pa’ enseguida meterme al zafacón y que no se diera cuenta que era yo. Pa mí que me cogió miedo por creerse que yo estaba trabajando con los Cangri. Qué suerte tuve que habían pega’o aquel poster en el zafacón, que to’ el mundo lo ve porque si no sabrá dios si Coco se ponía vender coco frío y me tenía que ir en pasaje, porque el sitio está bien visible al que llega, y to’ el mundo me veía metío ahí dentro también.
Foto- Rafy
“Yo siempre estoy en vela a ver si alguien me quiere quitar el zafacón que voy a escarbar. Por eso no me dejo que me hablen de otra cosa y me hagan ilme lejos, ahí es que viene otro y se lleva las latas. Yo me recuerdo una vez que llegue temprano a San Juan, porque un sábado en Loíza, por la mañana, no aparece mucho tira’o. Pero los domingos, y los lunes feriados como el que saque este diario de la basura, ¡Bálgame! Están choretas por tos laos… y yo sin el carro de seis ruedas pa’ recogerlas to’as. Bueno, aquel día que me recuerdo en el Viejo San Juan. Yo iba a comprar un café raro de esos que me encontré un día olvida’o por ahí en la mañana, y pregunté de dónde lo sacaron, pa’ regalárselo a mamá Liza, que se la pasa rezando el rosario, la que hace una café más buena con colador de media, la que me deja el cuarto en su patio de grati. Entonces pasé por el lado de unos zafaconcitos chikitos color verde que tienen allí antes de Doña Fela. Ahí estaban tos llenos que se salían las latas como si fueran los mocos de las narices. Enseguida cambié mi rumbo. Desenfunde una bolsa completa regá en el piso, para desocuparla y poder meter las latas en ella. Las latas que escarbe del piso las volví a meter en la funda y los cartones y papeles los tire pa’ dentro al zafacón. Ah, que yo qué, “Vamo a meter mano aquí ahora mismo” yo dije… que hay billetes sueltos en el suelo. Con la bolsa casi bacía a mi lado, me puse solido, empecé a sacar bolsas de otros zafacones y a escarbar dentro de ellas cual si yo estuviera sentado a gusto en la faena de pelar gandules como lo hice de pequeño en el campo. Ok, sigo. Pero yo escarbo ñangotao y a veces para’o, pero doblando la espalda por que si me quedo ñangotao y no me cambio me duele el fundillo. Empezó a lloviznar cuando llene completo aquel bolso de basura tan grande que yo nunca había visto una bolsa como esa, que yo no sabía ni que existieran bolsas así. Y como yo no tenía quien me baqueara, puessss….., me la tenía que inventar con ese inventario para moverlas pal acopio. Y gracias a Dios que me encontré una agua pa’ bebel porque daba una sed escarbar to’ aquello y pensar en la garganta. Las palomas y los turistas me miraban, y yo, seguía trabajando hasta que termine de escarbarlas to’as. Las cinco bolsas que saque de adentro de los zafaconcitos, to’as las escarbe abriéndolas con los dientes y halando aquel nudo tan fuerte con las manos embarrás de cerveza. Que las manos me patinaban encima del plástico a veces. Así mismo fue. Cuando me paré del eñangotamiento, se me cayeron los mahones al suelo…, y ¡Gracias a Dios!, que no me vio más que el taxista que se pasa allí esperando, porque los calzones se me veían viejos y feos. Llegaron finalmente los que recogen los zafacones con el camión. Casi al mismo tiempo que yo terminaba de montar en la acera mi bolso. Como a las siete y media. Que palo de latas yo di esa mañana. Sabrá Dios si la gente de San Juan se antojara más de mis latas, si envés de estos dibujos raros les pusieran unos paisajes inspirados en las lustrosas sabanas caribeñas. Pero yo creo que eso no le gusta a la gente que tira fotos porque entonces ellos no venden na’, y sabe dios si eso tampoco está de moda, como pa’ poner la gente a verlo. Y sabrá Dios si es más difícil pintarle a cada lata un paisaje que ponerle todas esas líneas. Sigo… Más adelante hice “chapita” con Pacheco, que me dio algunos pesos, y se la di to’a la bolsa llena. Desde luego pensé, “Diantre que es esto, yo no sé ni la hora que es”,… recapacité para regresar así a la diligencia que tenía provista esa mañana. Comprar café para mamá Liza. Ya me dolía la cabeza un poco, pero yo siempre soy fiel creyente de que un buen cafecito lo puede arreglar todo. Sigo…, volviendo a mi día del donde encontré este libro, en el zafacón grandote, que es de lo que estoy escribiendo en este diario. Venía caminando una familia común cuando ya yo estaba metió en el zafacón. Acabando de sacar el diario vacío que alguien botó, lo repasaba página por página.
Mamá: Nena, prueba ese bacalaíto que lo llevas cargando hace rato, si no lo quieres tíralo al piso.
Así le decía mientras su hermana, su tía, su abuela coja y cuatro muchachitas en chancletas seguían caminando pa’ un carrito que tenían allí parquiao un poco chocao.
Nena: Mami, mira ese señor metió en el zafacón ese con una Biblia, que vago. ¿Por qué no trabaja, porqué? Verdad mami que se está tomando las cervezas de ahí adentro sin pagar.
Si hubiese sabido esa niña los años que llevo levantándome a las seis de la mañana en este trabajo, que como un prisionero que reconoce a todos los que lo observan con sus uniformes nuevecitos como los creadores de su tribulación, que otra opción tengo . Cómo llegaré hablar con un jefe que me enseñe a salir de aquí, que me de la llave para crear mi futuro, cuánta basura tendré que recoger para llegar a él. Este debe ser el precio que debo pagar para aprender del negocio de las chinas, me temo que hoy, aunque recoja dinero, en la noche volveré a quemar las intenciones que cargan mis ideales en un pesado sueño.
Nena: Mami, mami, mira ese señor me está mirando leyendo la Biblia…
Cuando se fue esa tropa de mujeres yo había escarba’o casi medio zafacón, me había leído cuanto papel loco encontré allí adentro. Me recuerdo de una noticia que decía; “Gran Bailable y pasadía familiar en Isla de Cabras” con: Toño Rosario, Gilbertito, Olga Tañon y Gran Manzana. Invitados sorpresa. Troly disponible. Ave María, se me aguan los ojos cuando escribo esto, si Tony llega a coger la mujer metía conmigo esa tarde en “Isla de Cabras”, por estar escapá, con to’ lo que ya yo sabía de ella. Y si me la encontraba y le gustaba como yo bailo, ¡Dios me salve! Uy, me la imagino explicándole que hacia allí a Tony, esa mujer que se defiende más que un gato patas arriba, eso sí que sería otro show. Yo me pregunto si valdrá la pena il a bailal ahí donde se me puede aparecer escapá. Después encontré un magazín con unas mujeres vestidas lindísimas, ¡Válgame Dios! Yo pensaba que eran de otro país, y cuando leo los nombres me asusté y to’. Yo dije... “Esta gatita me gusta” Pero pa’ salir con esas mujeres tendré que recojel más sacos de latas, o invitarlas a tomar Mabí si las viera por aquí. Tonces, todavía yo estaba pensando en el Mabí que no pude sacar por el corillo aquel. Yo me lo hubiera tomao toíta la botella con el Bacalao que la nena tiró al piso. ¿Pero quién se baja un bacalao solo?
Me empezó a dar hambre otra vez cuando tuve que recogerlo, el bacalao del piso y botarlo, entonces se venía acercando Nito, con su familia.
Nito: Belto que tú haces metiéndote en ese zafacón, hoy que es día feria’o. Porqué tú no te coges un break.
La mujer le dio un empujón a Nito por las costillas, el humo la tenía marea, yo creo que aquella doñita se metía fácil dos o tres “Piononos” ese día. Le pidió billetes para irse pa’ la fila, porque Nito estaba emboba’o mirándome metió allí.
Hace tiempo que Nito no se veía por acá en Loíza, siempre yo lo veía en San Juan trabajando con el Municipio con el uniforme que el Alcalde les dio, bien lindo que parece que juega pelota. Y yo algún día que me busque el Alcalde, yo quiero que me den un uniforme, porque así me van a creer la gente que no me hacen caso ahora porque cojo latas. A mí se me olvidó que día era, y menos que si era día feriado. Que, a mí me cuentan que a uno le pagan por no hacel na’, porque esos días que trabajas el sueldo aparecen en unos papeles, y que por eso no tengo que ir un día como hoy.
Belto: Yo estoy bregando, trabajando aquí porque me quiero meter unos billetes pa’ llegar a “Isla de Cabras” el sábado que viene. Pa bailar con alguna morena cuando toque Toño un merengue bien apambichao. Eso es lo que yo pienso to’a la semana pa’ coger fuerza, pa’ animarme a recoger to’ lo que me encuentre de frente. Así me da pa’ pagarle un Brugal a Cosita si me la encuentro. Si no me la encuentro tengo que pagarle a cada una que saque al baile esa noche. Tú sabes cómo es Puelto Rico, “El que quiera pescao, que se moje las nalgas”.
Nito: Hay bendito, Belto, si tu no paras de trabajar por estar enamorándote en Isla de Cabras, ahora sí que cuando te vea yo se pa’ que tu usas los chavos. ¿Qué rayo es eso de “Merengue apambichao”?
Belto: El Pambiche, el, el merengue apambichao" o pambiche… Hay mijo… tuvo su origen en Puerto Plata República Dominicana, me dijo mamá Liza. Dice que es un baile de los años 1900. Que se formó como una imitación a los frustrados intentos de los turistas que trataban de bailar el Merengue. ¿Sigo?
Nito: Claro sigue…
Belto: Creando los Dominicanos un paso de baile más lento llamado merengue apambichao, acompañado de un nuevo ritmo de tambora. Si tú no me vas a creel a mí, un recoje latas. Mejor tírame unas latas que veas por ahí. A ver cómo las vendo.
Nito: Yo te creo, muchacho…termina que la mujer viene por ahí, y viene agallá, por no haberme ido pa’ la fila con ella.
Belto: Pues sí,… mamá Liza dice eso, que fue en referencia una ciudad de La Florida que surge el nombre de llamar al ritmo Pambiche, derivado de la pronunciación de Palm Beach. Parece que los turistas venían de ahí.
Entonces, Nito se fue un rato pensando como escaparse pa’ Isla de Cabra el sábado, y regreso con una Bohjuaiser fría, que sabía como a un Mabí bien fresca, con burbujitas chiquititas‘, que me hacía falta pa’ terminar con esa tarea y espachurrar latas en el suelo. Hoy no quiero escribir más na’ en este libro porque yo no sé escribil y nadie me va creel lo que yo puse aquí.
Mamá: Nena, prueba ese bacalaíto que lo llevas cargando hace rato, si no lo quieres tíralo al piso.
Así le decía mientras su hermana, su tía, su abuela coja y cuatro muchachitas en chancletas seguían caminando pa’ un carrito que tenían allí parquiao un poco chocao.
Nena: Mami, mira ese señor metió en el zafacón ese con una Biblia, que vago. ¿Por qué no trabaja, porqué? Verdad mami que se está tomando las cervezas de ahí adentro sin pagar.
Si hubiese sabido esa niña los años que llevo levantándome a las seis de la mañana en este trabajo, que como un prisionero que reconoce a todos los que lo observan con sus uniformes nuevecitos como los creadores de su tribulación, que otra opción tengo . Cómo llegaré hablar con un jefe que me enseñe a salir de aquí, que me de la llave para crear mi futuro, cuánta basura tendré que recoger para llegar a él. Este debe ser el precio que debo pagar para aprender del negocio de las chinas, me temo que hoy, aunque recoja dinero, en la noche volveré a quemar las intenciones que cargan mis ideales en un pesado sueño.
Nena: Mami, mami, mira ese señor me está mirando leyendo la Biblia…
Cuando se fue esa tropa de mujeres yo había escarba’o casi medio zafacón, me había leído cuanto papel loco encontré allí adentro. Me recuerdo de una noticia que decía; “Gran Bailable y pasadía familiar en Isla de Cabras” con: Toño Rosario, Gilbertito, Olga Tañon y Gran Manzana. Invitados sorpresa. Troly disponible. Ave María, se me aguan los ojos cuando escribo esto, si Tony llega a coger la mujer metía conmigo esa tarde en “Isla de Cabras”, por estar escapá, con to’ lo que ya yo sabía de ella. Y si me la encontraba y le gustaba como yo bailo, ¡Dios me salve! Uy, me la imagino explicándole que hacia allí a Tony, esa mujer que se defiende más que un gato patas arriba, eso sí que sería otro show. Yo me pregunto si valdrá la pena il a bailal ahí donde se me puede aparecer escapá. Después encontré un magazín con unas mujeres vestidas lindísimas, ¡Válgame Dios! Yo pensaba que eran de otro país, y cuando leo los nombres me asusté y to’. Yo dije... “Esta gatita me gusta” Pero pa’ salir con esas mujeres tendré que recojel más sacos de latas, o invitarlas a tomar Mabí si las viera por aquí. Tonces, todavía yo estaba pensando en el Mabí que no pude sacar por el corillo aquel. Yo me lo hubiera tomao toíta la botella con el Bacalao que la nena tiró al piso. ¿Pero quién se baja un bacalao solo?
Me empezó a dar hambre otra vez cuando tuve que recogerlo, el bacalao del piso y botarlo, entonces se venía acercando Nito, con su familia.
Nito: Belto que tú haces metiéndote en ese zafacón, hoy que es día feria’o. Porqué tú no te coges un break.
La mujer le dio un empujón a Nito por las costillas, el humo la tenía marea, yo creo que aquella doñita se metía fácil dos o tres “Piononos” ese día. Le pidió billetes para irse pa’ la fila, porque Nito estaba emboba’o mirándome metió allí.
Hace tiempo que Nito no se veía por acá en Loíza, siempre yo lo veía en San Juan trabajando con el Municipio con el uniforme que el Alcalde les dio, bien lindo que parece que juega pelota. Y yo algún día que me busque el Alcalde, yo quiero que me den un uniforme, porque así me van a creer la gente que no me hacen caso ahora porque cojo latas. A mí se me olvidó que día era, y menos que si era día feriado. Que, a mí me cuentan que a uno le pagan por no hacel na’, porque esos días que trabajas el sueldo aparecen en unos papeles, y que por eso no tengo que ir un día como hoy.
Belto: Yo estoy bregando, trabajando aquí porque me quiero meter unos billetes pa’ llegar a “Isla de Cabras” el sábado que viene. Pa bailar con alguna morena cuando toque Toño un merengue bien apambichao. Eso es lo que yo pienso to’a la semana pa’ coger fuerza, pa’ animarme a recoger to’ lo que me encuentre de frente. Así me da pa’ pagarle un Brugal a Cosita si me la encuentro. Si no me la encuentro tengo que pagarle a cada una que saque al baile esa noche. Tú sabes cómo es Puelto Rico, “El que quiera pescao, que se moje las nalgas”.
Nito: Hay bendito, Belto, si tu no paras de trabajar por estar enamorándote en Isla de Cabras, ahora sí que cuando te vea yo se pa’ que tu usas los chavos. ¿Qué rayo es eso de “Merengue apambichao”?
Belto: El Pambiche, el, el merengue apambichao" o pambiche… Hay mijo… tuvo su origen en Puerto Plata República Dominicana, me dijo mamá Liza. Dice que es un baile de los años 1900. Que se formó como una imitación a los frustrados intentos de los turistas que trataban de bailar el Merengue. ¿Sigo?
Nito: Claro sigue…
Belto: Creando los Dominicanos un paso de baile más lento llamado merengue apambichao, acompañado de un nuevo ritmo de tambora. Si tú no me vas a creel a mí, un recoje latas. Mejor tírame unas latas que veas por ahí. A ver cómo las vendo.
Nito: Yo te creo, muchacho…termina que la mujer viene por ahí, y viene agallá, por no haberme ido pa’ la fila con ella.
Belto: Pues sí,… mamá Liza dice eso, que fue en referencia una ciudad de La Florida que surge el nombre de llamar al ritmo Pambiche, derivado de la pronunciación de Palm Beach. Parece que los turistas venían de ahí.
Entonces, Nito se fue un rato pensando como escaparse pa’ Isla de Cabra el sábado, y regreso con una Bohjuaiser fría, que sabía como a un Mabí bien fresca, con burbujitas chiquititas‘, que me hacía falta pa’ terminar con esa tarea y espachurrar latas en el suelo. Hoy no quiero escribir más na’ en este libro porque yo no sé escribil y nadie me va creel lo que yo puse aquí.
FIN
Corrección ortográfica por S.C.
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