—Walter, ¿Qué estás haciendo aquí? —dijo su madre. Le respondí que era mi deber estar allí, era mi tarea. Su hermana se derrumbó en opinar.
—Pero Walter no hay nadie aquí, ¿Por qué sostienes ese letrero?
A lo que respondí -— Bueno, alguien va a llegar aquí y, mientras eso sucede, voy a estar aquí esperando por ellos. Se podría decir que soy el propietario de esta zona en este momento. Pero sabes cómo cambian las cosas, una vez que alguien más esté aquí, seremos copropietarios.
—¡Walter! —dijo la hermana de mi prometida-—.
Pero no hay razón para que nadie se quede aquí parado, no hay negocio para
hacer fila, no hay razón para visitar nada aquí.
-— Pero necesito trabajar, -— respondí-—
cualquiera que busque un trabajo podría ver este espacio disponible y posarse
aquí, y simplemente hacerse cargo de mi tarea.
—Walter, Walter... no hay necesidad de sostener
ese letrero aquí, nadie necesita saber que son los últimos en la fila, porque
no hay nada aquí por lo que alinearse.
La miré y sonreí. Luego le dije. — Sra.
Daisy, todo el mundo debería sentir lo que es ser el último de la fila, tal vez
alguien que nunca ha estado en alguna fila podría caminar a mi lado sólo para
hacer la fila, sólo para ver lo que se siente ser el último. Entonces, de esa
manera pueden subir de rango, como muchas otras personas lo han hecho. Pero
tienen que ser los últimos en algún momento, ¿No piensa usted? Es una posición
de nivel de entrada, que estoy sosteniendo con orgullo. Soy el propietario del
título; soy el final de la línea hasta que alguien pase y se quede aquí.
— Recuerde que, señora Daisy… yo
era el titular de la señal de línea en la estación del tren, hasta que ese
señor Priamonte dijo para sacarme; “Y que yo me perdí a el último en la fila”.
Mientras enviando un mensaje de texto merendaba pedazos bacalao crudo. ¿Por qué
no estar aquí? Alguien puede ver mi sistema de trabajo, mi ética, y venir a
contratarme, a menos que se sientan avergonzados de tenerme de pie al final de
las filas.
—Oh Dios mío, usted me ha impresionado Walter
—dijo la señora Daisy—. Estoy a punto de tomarte una foto y publicarla en
Facebook, ya sabes, tal vez alguien realmente necesita un experto como tú al
final de la línea. Te daré una buena crítica, será una buena opinión sobre tu
oficio.
—¡Mamá! —dijo la hermana de mi prometida-—.
¿Estás diciendo que Walter tiene una mejor oportunidad de ser contratado si lo
transmitimos por un “Facebook live”, que vigilando una línea aquí en esta acera
vacía, por sí mismo? Después de todo, en este momento debe haber miles de líneas
para trabajarlas, pero están tan ocupados que nadie se preocupará por buscar un
“Titular de la señal” como él. Esta es la mejor manera de ascender, siendo el
último frente a todo el público que pasa. Si lo presentamos por Facebook,
entonces se convertirá en un asunto de risa.
—Espera un minuto — le dije—. Nadie se reirá de
esto porque hay un montón de gente que ni siquiera sabe dónde
alinearse, otros sufren ataques de pánico cuando están en una línea.
Puedo enseñarles a mantener su postura. ¿Dónde más pueden ser el último de una
fila? Sólo la idea de estar al final, de ser el último en la fila, elevará sus
expectativas. Saben que son los últimos, y con eso viene la responsabilidad de
asegurarse de que nadie llegue y se pare frente a ellos. Piénsalo, mientras
mantengas esa última posición, soy solo yo a quien puedes recurrir. Claro que
sí, soy un orgulloso poseedor de mi signo, así es. “Fin de la línea”.
Bueno, al momento ya mi suegra había superado el
verme así. Le pareció que mi idea tan emprendedora no era el tipo de cosas que
los baby boomers estarían haciendo en estos tiempos. Así que siguió caminando
por la acera, le dije adiós a mi cuñada, las despedí y seguí sosteniendo mi
letrero.
Entonces Douglass se acercó a mi puesto. Todos
los días pasa y saluda, pero hoy estaba ansioso por saber qué tipo de discusión
estaba teniendo con las damas. Nos había visto desde el otro lado de la calle.
—Así que, Walter, todavía sostienes ese
letrero... aquí en el mismo lugar.
Sabía que quería saber si esas damas pensaban que
yo era un cierto mete cabras. Pero poco sabía él, que cada vez que pasaba y me
saludaba llegaba al final de la fila, y hoy fue el día oficial en que se le
concedió el lugar. Estaba aquí y no sólo pasaba, me hablaba. Pero no creas que
Douglass sea el tipo de veterano al que lanzas un tema, porque todo el mundo
sabe que era profesor universitario. Y Tenía miedo cuando pasó el veterano.
¿Cuál podría ser su intervención? ¿Sobre mi negocio? Me daría su opinión sobre
mis planes después de todo por lo que él había pasado en la vida.
—Walter, sigues siendo un desastre en este mundo.
¿Lo sabes? Ve a buscar un verdadero trabajo hombre, uno que te pague por estar
parado. —Por fin, su complemento lo transformó hasta ser el último en mi
línea—. Ve a buscar un lugar con algunas líneas, pon algo en marcha. Aquí no se
puede averiguar quién quiere controlar alguna línea hermano. Usted conoce eso
hermano.
Douglas arregló su gorra, y se alejó. Su
camisa de camuflaje púrpura me recordó de un restaurante japonés al que una vez
percate que tenía largas colas, Yamasaki Hibachi. Así que después de todo, mi
signo fue útil; me recordó que debía buscar un espacio donde el público
necesitara saber quién era el último en la fila.
El clima se puso malo, y no fue por la
corta visita de Douglass. Pasaban nubes oscuras sobre mi línea. Tan malo fue
ese momento para continuar con mi tarea, que me tuve que ir corriendo a casa
con mi señal.
Al día siguiente me vestí elegante como suelo
hacerlo para esta época. Salí por la puerta muy esperanzado, esperando
encontrarme en el restaurante de la señora Yamasaki, un lugar agradable para
trabajar el resto de la Navidad. Llegue a su restaurante en horas de la noche.
La línea era una locura, un jazz suave y vertiginoso se tocaba en el interior,
y sentí el poder que me delegaba ser el titular del fin de la línea.
Esto era una tarea tan obvia que no necesitaba
explicación, se caía de la mata. Obligué mi paso hasta el final,
mientras recordaba las líneas que les estaría recitando a todos esos clientes.
“Aquí es la cola” “Si se va de la cola pierde su puesto” “Debe doblar el coche
antes de entrar al establecimiento” “No permitimos bebidas alcohólicas que no
sean de aquí” “Debe tener zapatos para entrar en la fila” Entre tantas otras
importantísimas instrucciones.
Una vez en el área empecé a trabajar. Y aunque no
hablo japonés, sabía que esta gente apreciaba mucho la señal. Pues porque no
tenían como saber a dónde ir hombre, y de todos modos, algunos me vieron y me
preguntaron… ¿Qué está pasando en este lugar?
-—Usted Sr… usted, ¿Sabe cuánto para una mesa?
—dijo uno de los clientes asiáticos que acababa de llegar. Y justo ahí, como
una movida rápida de “Win Win Rudolph”, la Sra. Yamsaiki agarró el
poste con mi señal y mi brazo al mismo tiempo.
-—Ven, ven aquí... usted es un buen hombre,
señor, venga a seguirme. Yamasaki me había llevado con paso firme al frente de
la fila, y fue allí donde esperaba hablar de los dólares que podría
embolsicarme más tarde. Todo estaba bien mientras caminaba; todos sus buenos
pensamientos sobre mí me inspiraban. Pero había un letrero al frente que decía:
“Pollo frito Karaage fuera por el resto
del día, Nigori sake gratis con la compra de fideos Udon, arigato”.
Había arruinado todo esto sin saberlo,
debí haber leído su letrero antes de plantar el mío al final de la línea. Así
que, ahora sabía de qué se trataba el caos... todos los que estaban en la fila
regresaban para un segundo disparo de Nigori sake, porque las palabras se
habían estado extendiendo como el fuego sobre la intención del Sra. Yamasaki.
Necesitaba mantener a los clientes que venían en busca del Karaage. Y ese pollo
grueso y tierno se había ido ya hacía varias horas, y la gente
seguía haciendo cola. La línea parecía una reunión de las Naciones Unidas; le
tendía una epifanía caótica en desarrollo. Fuera de Karaage y odiaba trabajar
en líneas con gente bajo la influencia del alcohol. Soy mejor para ayudar a los
cochecitos y a la gente culta en las filas. Me golpeé la cabeza de lado a lado;
Yamasaki me señaló.
—Te quedas aquí, saludador, yo te doy sake
gratis, sin señal al final. Buen hombre, tú me ayudas yo, cuidar de ti.
Oficialmente fui degradado a la vida simple
de un saludador. Bajón de rango, ni siquiera al primero en la fila, sino al
saludador, a un traductor de los sentidos, un trabajo que odiaba aceptar que
hice esa noche. Odiaba a la gente borracha en las líneas y estaba listo para
renunciar a mi puesto de saludador.
El primer pago con Nigori sake vino frío y dulce
como un sabroso ramo de flores que solía probar en mi infancia. Comencé a
envolverme en su gusto.
Para el segundo disparo de sake, el
primero en la fila me dijo que había algunos problemas al final de la línea. La
gente estaba enojada por la revelación de este sake. Y toda la pelusa era sobre
las botellas y el destino de donde provenían.
—No hay pollo Karaage, Udon y sake bueno para ti,
ten cuidado con el sake —dijo el hombre asiático que me sonrió como si
estuviera sosteniéndole un hueso a un perro nervioso. Tenía este brillo en sus
ojos, y mejillas brillantes que aseguraban un misterio y felicidad la vez. Pero
esta fue una victoria para mí. Porque sabía, que él sabía, que yo era el hombre
al que se deberían de mencionar los acontecimientos del final de la
fila. Aunque ya no tenía la señal, él podía ver que yo tenía la cara de un
hombre para un puesto tan importante como ese. Y luego resolví diciéndole…
"No hay nada diferente cuando estás al final
de la línea, en cualquier línea, incluso si no entiendes a nadie a tu
alrededor"
Aquí está el enlace a mi primer libro publicado:
ciencia y el descubrimiento. Le gustará esta novela.
También disponible en Ingles.
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